Acomodo toda mi ropa en una fila alineada sobre mi cama y
siento un belicoso impulso por escribir.
Me siento en mi ordenador y dejo que mis manos dancen
canoramente sobre el teclado.
Ya hace un año que no
se de él, se marchó de mi vida y me dejo hecho pedazos el corazón.
Noce como
imprecar mi mala suerte, he sentido el dolor tan de cerca desde niña que me
parece increíble que no pueda aguantar este dolor que me está hundiendo en los más
bajos recónditos de mi alma.
El cuarto cada vez se hace más pequeño y me falta el aire y
yo tirada en el piso solo alcanzo a distinguir mis ropas desechas por mis manos,
rasguños en todo el cuerpo hacen ver lo munífico
que ha sido aquella tarde y una botella
de licor dispersa por mis heridas hace que mi dolor externo sea aún más
influyente en mi cuerpo.